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Punto y seguido

El dardo de la palabra: recursos y verbos comodín

La materia prima de un escritor es la palabra, por eso, debe hacer uso de ella de manera cuidadosa y precisa, incluso reflexivamente. Si bien, en una primera etapa creativa el autor se deja (es más, se debe dejar) llevar por la necesidad imperiosa de dar cuerpo a la narración, nunca ha de olvidar que lo que hace genuina una historia es el mimo que se da al estilo, esto es, el trabajo que invierte en aportar unidad, naturalidad y efectismo necesario al texto mediante el correcto uso del lenguaje.

No es lo mismo escribir “Marcos agudizó el oído en mitad del bosque” que “Marcos aguzó el oído en el bosque”. Por mucho que nos extrañe, el empleo de la palabra “agudizó” es incorrecto, pues agudizar significa agravar, mientras que aguzar (en este caso, la acepción adecuada) significa afinar. No es lo mismo utilizar la expresión “Juan valoró el nivel literario de la novela” que “Juan valoró la calidad literaria de la novela”. Esta última frase es la apropiada, pues es la que hace un uso del lenguaje más preciso lingüísticamente.

El escritor debe aprender a comunicar con palabras exactas la idea que quiere transmitir al lector. Un texto puede ser perfecto en cuanto a la ortografía, el léxico, la conjugación de los verbos y coordinación de la sintaxis, pero si todo ello no está enfocado a crear una narración en la que cada frase y palabra tenga un sentido, el texto pierde fuerza y estilo.

¿Por qué insistimos en esto?

Para poner foco sobre un error muy común: el uso de las palabras y los verbos comodín.

Una palabra comodín o heterónimo es aquel sustantivo, adjetivo o adverbio recurrente que se emplea para completar una frase o idea, pero que denota falta de recursos narrativos. Por ejemplo: “Tenemos todos los elementos para cocinar una sabrosa fideuá”, sería más exacto “Tenemos todos los ingredientes para cocinar una sabrosa fideuá”; o “La cosa pinta mal”, clásica expresión que se debe evitar, sería más ajustada la frase “El asunto pinta mal”.

Así mismo, un verbo comodín es aquel que engloba varios significados pero que no explica con precisión lo que pretendemos transmitir: hablar, tener, ser, dar, decir… Es distinto “Hacer un túnel” que “Excavar un túnel”, tampoco es igual escribir, “Coger una enfermedad” que “Contraer una enfermedad”.

Hoy os proponemos en Punto y seguido  lo siguiente: recuperad cualquier texto que tengáis entre las manos, y revisad con especial atención la precisión y propiedad del lenguaje, sobretodo, en estos dos últimos aspectos que hemos tratado. Seguro que si trabajáis sobre ellos, vuestro texto ganará en calidad y estilo.

La intriga, no solo un ingrediente de la novela policiaca

Atrapar al lector en la trama que estás desarrollando es la clave para que una historia dé resultado, ya sea policiaca, romántica, histórica, de aventuras, terror o ciencia ficción; incluso nos atreveríamos a afirmar que de no ficción. La intriga es una herramienta clave para que el escritor vaya dejando “migas en el camino”, con el fin de adentrar al lector en el bosque narrativo. Eso sí, hay que ser cuidadoso y evitar que sea un camino sin retorno, es decir, esté dentro de la coherencia del relato.

Varias son las formas de conseguir este efectivo condimento literario:

  1. Crear expectativas: dar datos inacabados, plantear situaciones sin explicar las causas, ubicar al protagonista en localizaciones no dando detalles, dosificar la información… ¿Con esto qué consigues? Que el lector se haga preguntas y siga leyendo tu historia para dar luz a todos los interrogantes. Un consejo: no debemos pasarnos y crear un relato con demasiado enigmas. Como todo, hay que ser comedidos.
  2. Sorprender: introducir un hecho inesperado, eso sí, siendo siempre verosímil. Tampoco debéis colmar la historia con una concatenación de sorpresas; el lector no es tonto y se da cuenta cuando se juega con él.
  3. El suspense: plantear de antemano un peligro alrededor del protagonista y que éste desconoce. De esta forma, hacemos al lector cómplice del riesgo que el personaje corre, y que no puede revelar.
  4. El Cliffhanger: acabar la escena o el capítulo en un momento cumbre de la acción.
  5. El Macguffin: esto es, presentar desde el principio el objeto que el protagonista anhela conseguir pero que, en realidad, solo es una excusa para desarrollar la historia. Tal objeto es irrelevante en el desenlace de la trama.
  6. Lo prohibido, romper con las reglas: ubicar al protagonista o los personajes en lugares que no deben entrar o en situaciones que les obliguen a romper reglas. La tentación y la curiosidad son dos elementos muy efectivos.
  7. El misterio: plantear situaciones inexplicables, rompecabezas psicológicos, una estela de indicios, no solo en sentido detectivesco, sino también narrativo.

El ejercicio de hoy: teniendo en cuenta tres de los puntos anteriormente explicados sigue desarrollando la siguiente introducción.

Continua con el relato

El fantasma del escritor: el bloqueo

La necesidad de escribir, en muchos casos, es igual de apremiante que la sed o el hambre, pero hay que tener cuidado, a veces, el escritor tiende a ponerse a prueba, a demostrarse a sí mismo que las palabras fluyen sobre el folio en blanco poniendo orden a su cabeza. Y no siempre es así. La inspiración, esa amante de todos y de nadie, esa fiel “partener” que atesora narraciones apasionantes, un día, decide abandonarte. Y el corazón duele y la mano tiembla porque piensas que nunca más serás capaz de crear un verso, de hilar una historia o de seguir perfilando el rostro de tu protagonista.

Pero, aunque no lo queráis creer, la inspiración o la “musa” (como gustéis) siempre ha estado ahí.

Normalmente, cuando el bloqueo se inmiscuye en una narración que, en principio, fluía por si sola, sucede como consecuencia de un excesivo perfeccionismo por parte del escritor. No se debe escribir al mismo tiempo que se corrige porque es una muerte segura para la imaginación y para las sensaciones que va transmitiendo la narración. Muchas veces, es bueno escribir sin pensar, casi por instinto; luego ya habrá tiempo de perfilar el texto, de ubicarlo en la narración en la que en esos momentos estamos inmersos. Si no es el caso y, después de duras horas de trabajo, los párrafos no acaban de encajar, no es ningún drama, es más, aconsejamos archivar lo que hemos escrito en un documento que podéis titular “Relatos perdidos”; en algunas ocasiones, esos mismos retazos son los que un día te pueden guiar en el camino de la creatividad.

Como salir del bloqueo:

  1. Párate a vivir (respira, pasea, levántate, baila, dibuja…), porque la escritura está muy unido a las experiencias y a las sensaciones que vamos percibiendo en el día a día.
  2. Escribe otras cosas (párrafos sueltos, poemas, reflexiones, prolongaciones imaginarias de cualquier diálogo que escuches en el autobús…).
  3. Plantéate preguntas sobre la narración en la que trabajas (¿Y si…? ¿Por qué….? ¿Dónde…?), respóndelas; aunque creas que te llevan a un callejón sin salida, te sorprenderá lo que obtienes.

Hoy os proponemos lo siguiente actividad narrativa: contemplad esta bellísima fotografía de Alex Masi durante unos minutos, después, escribid la palabra que os sugiera y, a partir de ahí, no paréis de escribir.

Fotografía de Alex Masi
Fotógrafo: Alex Masi

Contamos o mostramos

banner2_grietaeditorialPorque escribir supone horas de esfuerzo, reelaboración, corrección, borrones, dudas, folios en blanco o enmarañados u ordenados; comas, conversaciones al vuelo, tildes, tés, cafés o demás sustancias; inspiración, noche, desesperación…. Y un largo etcétera de rituales y puestas a punto, estrenamos el apartado `Punto y seguido´, por eso de que escribir es un no parar de plasmar lo soñado y dejar los vértigos a un lado. Aquí encontraréis consejos, sobretodo, narrativos y sobre estilismo, y algunas recomendaciones para encontrar la inspiración; en suma, pequeñas píldoras que os ayudarán a que el texto fluya sobre las letras de vuestro teclado. No pretendemos sentar cátedra, sino reseñar aquello que puede hacer cambiar muy positivamente vuestras elaboraciones. Comenzamos con la siguiente pregunta:

¿Contamos o mostramos?

Y es que parecen lo mismo, pero a la hora de escribir son planteamientos completamente diferentes, que transforman de una manera muy palpable el tono de un texto. No es lo mismo escribir:

a) María tenía sueño, se tumbó en la cama de costado, sin mirar a Luis (cuentas).

b) María pestañeó muy despacio, poco a poco fue dejando caer el peso de su cuerpo sobre el colchón. La sobra de Luis a su espalda engullía su frágil silueta. (muestras).

En la primera opción, narras los hechos directamente, sin aderezos, de manera objetiva; en cambio, en la segunda, el escritor sugiere, crea un ambiente de sensaciones que empujan al lector de la historia a deducir el estado de ánimo de María.

La mejor opción, eso depende del estilo que quiera establecer cada escritor. Imagina que estas escribiendo una novela policiaca, y quieres dar un estilo aséptico, incluso analítico a tu narración; o todo lo contrario, quieres crear una atmósfera embriagadora, donde impliques al lector en cada momento para que imagine lo que ha sucedido. Esa es tu decisión.

Nuestro pequeño consejo desde `Punto y seguido´ es que elijas una de las dos opciones al comenzar a escribir un relato, para crear, poco a poco, una identidad al texto de tu obra.

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